viernes, 8 de enero de 2010

Pequeñas Grandes Cuestiones

En la actualidad cada vez más las personas corrientes nos preocupamos menos por grandes cuestiones. Hoy en día, en general, nadie se plantea cuestiones como si estamos solos en el universo, si éste tuvo un principio en el tiempo, si tendrá un final, si es Infinito... o si existe o existió un Creador…
Se está perdiendo esa curiosidad innata en el ser humano, esa curiosidad que tienen los niños por aprender y que les hace preguntar el por qué de las cosas. Algunas de esas preguntas, que aparentemente pueden parecer simples e inocentes, a veces resultan tener respuestas revolucionarias. Albert Einstein, siendo un niño, se preguntaba qué aspecto tendría un rayo de luz si fuera capaz de alcanzarlo. Esta pregunta le llevó, con el paso de los años, a desvelar los grandes secretos del universo, a través de su famosa teoría de la relatividad.
Algunos no disponemos del tiempo necesario para entrar en dichas cuestiones, pero la gran mayoría ni siquiera se interesa por ellas. Vivimos inmersos en nuestro día a día, obsesionados con cosas como el poder y el dinero... Como dijo el propio Einstein, “por la mera existencia de nuestro estómago, todos estamos condenados a participar en esta caza”. Es cierto que en muchos casos, aún hoy en día, pero sobretodo en el pasado, las personas se veían obligadas a ser partícipes de esa “caza”. Pero en pleno siglo XXI, y en general, con el problema de nuestro estómago resuelto, han surgido otras necesidades, y seguimos más preocupados por vestir a la moda, tener un móvil de última generación, o un coche más potente, que por conocer cómo nuestro Sol genera la luz que permite la vida en nuestro planeta.
Aunque nos parezca que no sirve de nada discutir esas cuestiones, y que es una pérdida de tiempo (del que precisamente no vamos sobrados), en realidad no es así. Tal y como afirma el efecto mariposa, de la teoría del caos, “incluso el suave aleteo de una mariposa puede desencadenar una tormenta”. A veces pequeñas cosas provocan grandes cambios. No estoy diciendo ni mucho menos que dejemos nuestros trabajos ni nuestro tiempo de ocio, pero sí que nos inculquemos, tanto a nosotros mismos como a nuestros familiares y amigos, que no se pierda esa curiosidad por aprender, ese espíritu de investigación inherente al ser humano que nos ha hecho progresar desde el principio de los tiempos.
Supongo, y espero, que todos alguna vez en vuestra vida habéis tenido una duda existencial. Algo como: ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué existe la vida? ¿Por qué existen los mares, los ríos, los árboles, las montañas…? Y a mayor escala, ¿por qué existen los planetas, las estrellas… en definitiva el Universo? O lo que es aún más desconcertante, ¿Alguien ha creado todo eso?, y si es así ¿Quién?
Nadie tiene respuestas a esas preguntas, pero todos nos las deberíamos plantear.
Vivimos tan metidos en nuestro mundo, que no nos paramos a pensar en todo esto. Sí, sí, estoy de acuerdo, no tenemos otra alternativa, o al menos no es una alternativa fácil.
Afortunadamente, hay gente que sí puede salir de ese “sub-mundo” en el que vivimos y tiene tiempo de pensar en esas cuestiones e incluso plantear posibles respuestas, algunas quizá absurdas, pero otras no tanto. Algunas de tipo religioso, sustentadas en un simple acto de fe, otras de tipo científico, sustentadas en el experimento y la observación.
Una de las cuestiones que el hombre siempre se ha planteado, y de la que seguramente nunca obtengamos una respuesta cierta, es la siguiente:
¿Es una casualidad que haya surgido la vida en este planeta? ¿O por el contrario se debe a la intervención de algún Ser Divino con algún objetivo concreto?
La respuesta no es fácil, sin embargo existen algunas teorías que defienden ambas ideas. Por mi parte encuentro argumentos a favor y en contra tanto de una como de otra.
Lo cierto es que, como dijo Santo Tomás de Aquino allá por el siglo XIII: “si las cosas existen es que debe existir un Creador”. Alguien que nos ha creado a nosotros y todo lo que vemos. Sin embargo, ¿no es demasiado prepotente pensar que el Universo, en toda su extensión, ha sido creado por Alguien, y que luego nos ha colocado en este pequeño planeta para que admiremos su Creación? Si miramos un poco hacia el Universo exterior, parece ser que no somos tan importantes como creemos y quizá seamos producto de un cúmulo de casualidades.
Pensad en nuestra galaxia, la Vía Láctea. Si todas las estrellas, como nuestro Sol, que existen en la Vía Láctea, tuviesen el tamaño de un grano de sal, con ellas se podría llenar una piscina olímpica. En el Universo visible, existen cientos de miles de millones de galaxias como la nuestra. Cada una de ellas con cientos de miles de millones de estrellas. La Tierra no es más que un pequeño planeta, orbitando alrededor de una estrella amarilla ordinaria de tamaño medio (el Sol), situado en uno de los brazos de la espiral de estrellas que forman nuestra galaxia. Aún así podemos creer que algún Ser Divino nos ha querido colocar precisamente en este planeta y no en cualquier otro, aunque más bien parece que “casualmente” las condiciones y leyes físicas de este planeta han permitido que la vida se desarrolle en él.
Sin embargo, estas condiciones idóneas para el desarrollo de la vida se rigen por unas leyes físicas fundamentales y estrictas que deben haber sido diseñadas por un Ser superior. A modo de ejemplo, la carga eléctrica del electrón es un valor fijo que conocemos exactamente, y que sólo puede ser el que es, puesto que si fuese ligeramente diferente, las estrellas no serían capaces de quemar hidrógeno y helio, o lo que es lo mismo, nunca se habrían encendido. El valor de esa carga eléctrica, así como de muchos otros valores fundamentales de las leyes de la ciencia, parece haber sido elegido muy cuidadosamente para hacer posible el desarrollo de la vida. ¿Esos valores han sido elegidos por Alguien? La respuesta debería ser sí, puesto que si no fueran exactamente esos, la vida tal y como la conocemos no sería posible. No obstante, hay una posibilidad de que nadie haya tenido que elegir esos valores. En un universo tan inmenso como el nuestro, con distancias que nuestra mente no consigue abarcar (nuestra galaxia mide unos cien mil años luz, es decir, que si consiguiéramos construir cohetes que viajaran a la velocidad de la luz, tardaríamos cien mil años en cruzarla), es posible que existan otras regiones donde esos valores sean diferentes, y por tanto no se den las condiciones para el desarrollo de la vida. Pueden existir miles de millones de regiones diferentes en el Universo, y que en cada una de ellas la carga eléctrica del electrón sea diferente, y que sea precisamente en nuestra región donde ese valor es el estrictamente necesario para que nosotros estemos aquí. De esta forma no hay lugar para un Ser Divino que eligió los valores exactos de las leyes físicas, puesto que en un Universo infinito hay infinitas regiones con infinitos valores diferentes de la carga eléctrica del electrón. Así, a la pregunta: ¿por qué es el Universo como lo vemos?, la respuesta es clara: porque si no fuera así, sino de otra forma, no habría nadie que pudiera hacerse esa pregunta.De cualquier forma, aunque esta última idea no deja lugar a un Creador, me niego a creer que estemos aquí sin razón alguna. ¿Acaso creéis que habéis nacido para estar en un almacén cargando y descargando placas de yeso? ¿O pasando pedidos de compra y de venta? ¿O en una oficina horas y horas frente al ordenador? Toda una vida de trabajo y sacrificio. ¿Para qué? ¿Y luego qué? ¿Nada? ¿Todo lo que nace del mismo modo perece? ¿Sin más? ¿Simplemente el Final? No puede ser. Debe de haber una razón, un objetivo para todo lo que vemos a nuestro alrededor. Y creo que todos, de una forma u otra, incluso sin ser conscientes de ello, estamos contribuyendo a ese objetivo. Al menos eso es lo que espero…

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