viernes, 29 de enero de 2010

Olvidar el Recuerdo

“Tenía unos tres o cuatro años. Mi abuela me sostenía en su regazo, y trataba por todos los medios de darme una cucharada de comida. Nos encontrábamos en el comedor de casa de mis padres. Debía estar amaneciendo, o quizá atardeciendo, puesto que la luz que entraba a través de la ventana era muy tenue. En ese momento mi madre cruzó por delante del sofá donde estábamos sentados, y mientras se dirigía a la cocina pronunció una frase que no recuerdo con exactitud. Algo relativo a mi extraordinaria facilidad para sacar de sus casillas tanto a ella como a mi abuela, sobretodo durante las comidas.”
A veces me pregunto cómo es posible que recuerde ese momento, que sucedió hace alrededor de 28 años, y en cambio no recuerde otros muchos más cercanos en el tiempo. Diría que ése es mi recuerdo más antiguo. ¿Qué es lo que sucedió en aquel preciso instante que hizo que aquel suceso quedara grabado para siempre en mi cerebro? ¿Por qué recordamos algunas cosas y no otras? ¿Y qué pasa con las que olvidamos? ¿Desaparecen del todo? ¿No queda ningún rastro de ellas?
Está claro que las personas recordamos con facilidad aquellos hechos que consideramos importantes en nuestra vida, y que de una forma u otra nos han dejado huella, ya sea para bien o para mal. Todo el mundo recuerda el día de su boda, el nacimiento de un hijo, el fallecimiento de un ser querido, o simplemente unas vacaciones, o algo incluso más breve como un momento especial con alguien especial… Y esa cualidad de sucesos especiales es precisamente la respuesta a la pregunta de por qué los recordamos. Y no importa el tiempo que pase: esos recuerdos no los vamos a olvidar.

Pero también existen en nuestra memoria otro tipo de recuerdos que no tienen nada de especial, como el que relaté al inicio del artículo. Seguro que todos recordáis sin demasiado esfuerzo algún día en casa, en el trabajo, o en cualquier otro lugar, en el que nada especial ocurrió. Y sin embargo lo recordáis. ¿Por qué, si aparentemente no tienen nada de especial? En estos casos la respuesta no es tan sencilla.
La memoria es la capacidad de registrar, retener y recuperar experiencias pasadas, y parece ser que consta de tres fases. La primera, con una duración inferior a tres segundos, es la denominada memoria sensorial, donde tomamos conciencia y captamos a través de nuestros sentidos la información que nos llega del exterior. La segunda fase es conocida como memoria a corto plazo, con una duración superior a la sensorial, pero inferior al minuto. Aquí almacenamos cantidades limitadas de información durante un breve periodo de tiempo. Y una tercera fase sería la memoria a largo plazo. Esta memoria es ilimitada, no sólo en cuanto a duración de la información, sino también en cuanto a la cantidad de recuerdos que podemos almacenar. Como ejemplo, cuando nos dicen un número de teléfono y lo mantenemos en la memoria el tiempo suficiente para marcarlo y justo a continuación desaparece, estamos utilizando la memoria a corto plazo. En cambio, el número de mi DNI está almacenado en la memoria a largo plazo.
La información se transfiere de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo. Cuando olvidamos algo, en teoría, puede ser por dos motivos: o no se ha transferido a la memoria a largo plazo, y por tanto ha desaparecido, o sí se ha transferido pero no somos capaces de recuperarlo. ¿Cuántas veces olvidamos un nombre o un acontecimiento y no hay manera de recordarlo? A veces parece que estás a punto de recordarlo, que lo tienes en la punta de la lengua, estás seguro de que lo sabes, pero se te vuelve a escapar. Y cuanto más lo intentas es peor. En estos casos lo que ha ocurrido es que el proceso de recuperación de la información ha fallado, es decir, el recuerdo existe en la memoria, pero no podemos acceder a él. Hasta que un tiempo después dejas de pensar, y entonces, como por arte de magia, te viene a la cabeza.
Si realmente la capacidad de nuestra memoria a largo plazo es ilimitada, quizá todas las experiencias de nuestra vida están almacenadas en nuestra memoria, y por tanto no están olvidadas. Simplemente lo que ocurre es que no somos capaces de recuperar esos recuerdos porque no sabemos cómo funciona exactamente ese proceso de recuperación. Y si esto es así, quizás las generaciones futuras consigan algún día conocer y dominar ese proceso a la perfección, y sean capaces de recordar cualquier suceso o experiencia vivida.

Al final, todo esto son teorías que voy a olvidar en cuanto acabe de escribir, y que vosotros olvidaréis en cuanto acabéis de leer. Además no estoy seguro de nada de lo que he escrito. Pero sí estoy seguro de esto: las cosas y personas que realmente nos importan no las olvidamos nunca, y por eso no es necesario recordarlas. Como dice una de mis canciones favoritas: “Jamás te recuerdo, porque nunca te olvido”.

sábado, 16 de enero de 2010

Bunbury nunca defrauda

Desde ayer, 15 de Enero de 2010, se puede escuchar el single del nuevo álbum de Bunbury “Las consecuencias”. El disco, que en principio debía haber salido a la venta a finales de 2009, se retrasó, debido entre otras cosas, a que el artista estaba finalizando su gira por Sudamérica. La fecha definitiva de lanzamiento, ya confirmada por la compañía discográfica, será el 16 de febrero de 2010.
El vídeo del single, una versión del tema de Jeannette “Frente a frente” del año 1981, se puede ver en la página oficial de Bunbury (www.enriquebunbury.com). Fue rodado bajo la dirección de J.A. Bayona, director de El Orfanato, una tarde lluviosa en los alrededores de Girona.
El single es pegadizo, aunque algo soso, y pese a que Bunbury consigue, durante gran parte de los tres minutos y medio que tiene de duración, dotarle su propio estilo, bajo mi punto de vista no es un tema adecuado para él. No sé qué motivaciones le habrán llevado a versionar este tema, quizá algún recuerdo de infancia (un amor platónico hacia Jeannette o algo así), pero creo que debería dejar estas versiones como curiosidad, en alguna cara B, o en alguna recopilación de rarezas. Y más cuando este nuevo álbum consta únicamente de 10 canciones, “Frente a frente” incluida, lo que nos deja solo 9 como material nuevo, algo que sabe a poco teniendo en cuenta que en los dos anteriores nos había ofrecido 15 y 20 temas respectivamente (Hellville de Luxe en 2008, y El viaje a ninguna parte en 2004).
Aun así, confío plenamente en que Bunbury no fallará y esos 9 temas serán fieles a su estilo y sello personal, y estoy absolutamente convencido de que mantendrán la calidad a la que nos tiene acostumbrados. Bunbury nunca defrauda.

viernes, 8 de enero de 2010

Pequeñas Grandes Cuestiones

En la actualidad cada vez más las personas corrientes nos preocupamos menos por grandes cuestiones. Hoy en día, en general, nadie se plantea cuestiones como si estamos solos en el universo, si éste tuvo un principio en el tiempo, si tendrá un final, si es Infinito... o si existe o existió un Creador…
Se está perdiendo esa curiosidad innata en el ser humano, esa curiosidad que tienen los niños por aprender y que les hace preguntar el por qué de las cosas. Algunas de esas preguntas, que aparentemente pueden parecer simples e inocentes, a veces resultan tener respuestas revolucionarias. Albert Einstein, siendo un niño, se preguntaba qué aspecto tendría un rayo de luz si fuera capaz de alcanzarlo. Esta pregunta le llevó, con el paso de los años, a desvelar los grandes secretos del universo, a través de su famosa teoría de la relatividad.
Algunos no disponemos del tiempo necesario para entrar en dichas cuestiones, pero la gran mayoría ni siquiera se interesa por ellas. Vivimos inmersos en nuestro día a día, obsesionados con cosas como el poder y el dinero... Como dijo el propio Einstein, “por la mera existencia de nuestro estómago, todos estamos condenados a participar en esta caza”. Es cierto que en muchos casos, aún hoy en día, pero sobretodo en el pasado, las personas se veían obligadas a ser partícipes de esa “caza”. Pero en pleno siglo XXI, y en general, con el problema de nuestro estómago resuelto, han surgido otras necesidades, y seguimos más preocupados por vestir a la moda, tener un móvil de última generación, o un coche más potente, que por conocer cómo nuestro Sol genera la luz que permite la vida en nuestro planeta.
Aunque nos parezca que no sirve de nada discutir esas cuestiones, y que es una pérdida de tiempo (del que precisamente no vamos sobrados), en realidad no es así. Tal y como afirma el efecto mariposa, de la teoría del caos, “incluso el suave aleteo de una mariposa puede desencadenar una tormenta”. A veces pequeñas cosas provocan grandes cambios. No estoy diciendo ni mucho menos que dejemos nuestros trabajos ni nuestro tiempo de ocio, pero sí que nos inculquemos, tanto a nosotros mismos como a nuestros familiares y amigos, que no se pierda esa curiosidad por aprender, ese espíritu de investigación inherente al ser humano que nos ha hecho progresar desde el principio de los tiempos.
Supongo, y espero, que todos alguna vez en vuestra vida habéis tenido una duda existencial. Algo como: ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué existe la vida? ¿Por qué existen los mares, los ríos, los árboles, las montañas…? Y a mayor escala, ¿por qué existen los planetas, las estrellas… en definitiva el Universo? O lo que es aún más desconcertante, ¿Alguien ha creado todo eso?, y si es así ¿Quién?
Nadie tiene respuestas a esas preguntas, pero todos nos las deberíamos plantear.
Vivimos tan metidos en nuestro mundo, que no nos paramos a pensar en todo esto. Sí, sí, estoy de acuerdo, no tenemos otra alternativa, o al menos no es una alternativa fácil.
Afortunadamente, hay gente que sí puede salir de ese “sub-mundo” en el que vivimos y tiene tiempo de pensar en esas cuestiones e incluso plantear posibles respuestas, algunas quizá absurdas, pero otras no tanto. Algunas de tipo religioso, sustentadas en un simple acto de fe, otras de tipo científico, sustentadas en el experimento y la observación.
Una de las cuestiones que el hombre siempre se ha planteado, y de la que seguramente nunca obtengamos una respuesta cierta, es la siguiente:
¿Es una casualidad que haya surgido la vida en este planeta? ¿O por el contrario se debe a la intervención de algún Ser Divino con algún objetivo concreto?
La respuesta no es fácil, sin embargo existen algunas teorías que defienden ambas ideas. Por mi parte encuentro argumentos a favor y en contra tanto de una como de otra.
Lo cierto es que, como dijo Santo Tomás de Aquino allá por el siglo XIII: “si las cosas existen es que debe existir un Creador”. Alguien que nos ha creado a nosotros y todo lo que vemos. Sin embargo, ¿no es demasiado prepotente pensar que el Universo, en toda su extensión, ha sido creado por Alguien, y que luego nos ha colocado en este pequeño planeta para que admiremos su Creación? Si miramos un poco hacia el Universo exterior, parece ser que no somos tan importantes como creemos y quizá seamos producto de un cúmulo de casualidades.
Pensad en nuestra galaxia, la Vía Láctea. Si todas las estrellas, como nuestro Sol, que existen en la Vía Láctea, tuviesen el tamaño de un grano de sal, con ellas se podría llenar una piscina olímpica. En el Universo visible, existen cientos de miles de millones de galaxias como la nuestra. Cada una de ellas con cientos de miles de millones de estrellas. La Tierra no es más que un pequeño planeta, orbitando alrededor de una estrella amarilla ordinaria de tamaño medio (el Sol), situado en uno de los brazos de la espiral de estrellas que forman nuestra galaxia. Aún así podemos creer que algún Ser Divino nos ha querido colocar precisamente en este planeta y no en cualquier otro, aunque más bien parece que “casualmente” las condiciones y leyes físicas de este planeta han permitido que la vida se desarrolle en él.
Sin embargo, estas condiciones idóneas para el desarrollo de la vida se rigen por unas leyes físicas fundamentales y estrictas que deben haber sido diseñadas por un Ser superior. A modo de ejemplo, la carga eléctrica del electrón es un valor fijo que conocemos exactamente, y que sólo puede ser el que es, puesto que si fuese ligeramente diferente, las estrellas no serían capaces de quemar hidrógeno y helio, o lo que es lo mismo, nunca se habrían encendido. El valor de esa carga eléctrica, así como de muchos otros valores fundamentales de las leyes de la ciencia, parece haber sido elegido muy cuidadosamente para hacer posible el desarrollo de la vida. ¿Esos valores han sido elegidos por Alguien? La respuesta debería ser sí, puesto que si no fueran exactamente esos, la vida tal y como la conocemos no sería posible. No obstante, hay una posibilidad de que nadie haya tenido que elegir esos valores. En un universo tan inmenso como el nuestro, con distancias que nuestra mente no consigue abarcar (nuestra galaxia mide unos cien mil años luz, es decir, que si consiguiéramos construir cohetes que viajaran a la velocidad de la luz, tardaríamos cien mil años en cruzarla), es posible que existan otras regiones donde esos valores sean diferentes, y por tanto no se den las condiciones para el desarrollo de la vida. Pueden existir miles de millones de regiones diferentes en el Universo, y que en cada una de ellas la carga eléctrica del electrón sea diferente, y que sea precisamente en nuestra región donde ese valor es el estrictamente necesario para que nosotros estemos aquí. De esta forma no hay lugar para un Ser Divino que eligió los valores exactos de las leyes físicas, puesto que en un Universo infinito hay infinitas regiones con infinitos valores diferentes de la carga eléctrica del electrón. Así, a la pregunta: ¿por qué es el Universo como lo vemos?, la respuesta es clara: porque si no fuera así, sino de otra forma, no habría nadie que pudiera hacerse esa pregunta.De cualquier forma, aunque esta última idea no deja lugar a un Creador, me niego a creer que estemos aquí sin razón alguna. ¿Acaso creéis que habéis nacido para estar en un almacén cargando y descargando placas de yeso? ¿O pasando pedidos de compra y de venta? ¿O en una oficina horas y horas frente al ordenador? Toda una vida de trabajo y sacrificio. ¿Para qué? ¿Y luego qué? ¿Nada? ¿Todo lo que nace del mismo modo perece? ¿Sin más? ¿Simplemente el Final? No puede ser. Debe de haber una razón, un objetivo para todo lo que vemos a nuestro alrededor. Y creo que todos, de una forma u otra, incluso sin ser conscientes de ello, estamos contribuyendo a ese objetivo. Al menos eso es lo que espero…